O como pasar de la intensidad más excelsa al aburrimiento más insoportable
Para aquellos que no conocéis el transcurrir diario de la Semana Santa en Sevilla os informo. Akí lo que huele es a choco frito. A fritanga de mediodía con mucho niño gritando, a pavía recalentá que mancha de pringue el filito de esa camisa, guardada durante doce meses para salir apolillada estos días, bajo un traje de chaqueta espantoso, fuera de cualquier canon estético con resto de aceite, velitas y mucha, mucha gomina.
Mi calle Sol, céntrica y pasacalles popular, se vuelve insoportable, pero si queréis ver numeritos familiares y un pase de no moda, vengan aquí. No dormirán la siesta ni por asomo pero disfrutarán de una amplia gama de esperpentos trajeados para la ocasión, de todos los sexos, edades y complexiones físicas.
Y claro, me pregunto: qué vendrá después de tanta pasión desmedida. De tanta figurita de mujer adolescente maltratada, porque es lo que parecen estas vírgenes y esos cristos mutilados, llenos de sangre, más propios del blog de mi amigo South amante del gore visual que del amor tierno que debería prodigar esa iglesia que se autodenomina de hermanos y hermanas.
Jo ¡¡¡¡ vaya peste de gente que inunda mi barrio. Si os decidís a venir, traeros la latita de fanta fresquita porque os será difícil conseguir una en las inmediaciones de la masa y ¡cuidado con vuestras expresiones y pensamientos!, porque ellos inundarán tus calles, invadirán tu barrio, se llevarán tu coche con la grúa, multa incluida, porque no puede pasar su paso, pero tú debes sufrir en silencio. El concepto de tolerancia es solo para ellos, ahora la ciudad es suya y a los demás, que nos jodan.