Perteneces a ese grupo que me ha obligado a mantenerme en los márgenes de la vida.
Perteneces a ese grupo que a base de retirarme mis derechos se ha erigido amo, señor y mando durante siglos.
Perteneces a ese grupo que me ha ignorado, ignominado, empequeñecido, enmudecido, sacrificando mis horas, mis manos, mi vientre, mi libertad de pensamiento, palabra y de hechos.
Perteneces a ese grupo que me ha dado la espalda durante años y años, buscando cien mil escusas para aplastarme vilmente con sus pies, mientras sangraba a solas, abandonada, sin valía, sin camino, sin futuro ni esperanza.
¿Quién eres tú, ahora, para hablarme de lo que es mi dignidad? Absolutamente: NADIE.