Hay, quien atrincherado en un
resquicio
espera un
soplo breve de vida
para seguir
respirando,
viviendo,
a pesar de
las bomba atómicas,
las
tormentas huracanadas, los puñales o las voces.
Otros, sin
embargo,
cubren su
cuerpo con el manto más oscuro
para
adentrarse en las sombras,
absorbiendo
el perfume de la muerte.
Como si al oler bien profundo su esencia,
adelantasen
la llegada.
Ambas opciones me parecen igualmente
heroicas;
solo hace falta estar vivo para
tomarlas
y ser conscientes de que la horas, a
pesar de residir en relojes infames
y artificiales,
existen y se agotan.
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