jueves, 26 de agosto de 2010

Éramos vírgenes. Pero no teníamos ningún futuro como tal.

Suena Blister in the sun de Violent Femmes

Éramos vírgenes. Pero no teníamos ningún futuro como tal.

Nos encontrábamos en un peligroso cruce de vírgenes recalentado por un termómetro derretido por tan solo 48 grados a la sombra.
Dos semanas sin follar ¿es demasiado? Depende de para quién, muchísimo desde luego para la que lo pensaba, pero la virginidad tiene un precio y también sus satisfacciones, la gloria, la fama sobre los altares y todo eso, pero el crecimiento del himen era algo doloroso para ese alma siempre con ansias por ser saciada.
Así pasábamos el día fantaseando sobre éste o aquel, sobre el amor y cómo sería cuándo lo haríamos, si se podía hacer esto o aquello cuando estás enamorada, sacábamos brillo a los hilos que mueven ese algo que tanto nos interesa pero es imposible de atrapar. Podemos olerlo, como la higuera cuando paso junto a ella y penetra por mi nariz con un olor tan penetrante que solo puedo concentrarme en esa sensación, olvidando todas las demás.
Una virgen, de todas formas y esté donde esté siempre debe esperar: algo. Ya sea el dichoso pastorcito que lleva tres horas dando vueltas a las ovejas por el monte y no llega a tu punto de brillo único, sobre la roca, bien plantada. Qué calor.
También debe esperar cuando permanece en la iglesia, a ver si llega alguien para mirarme y me saca de este letargo, eso sí algo más fresquito que el exterior se está, porque las iglesias andaluzas, otra cosa no, pero frescas son un rato.

Como Penélope, ida de la cabeza, enredada en entretenimientos banales, como tejer algo infinito sin ninguna utilidad. Esperar mientras el cerebro va por libre. Se encarama en una idea, le da la vuelta, se sorprende, genera una nueva, mira hacia la oreja y ahora, hay tres….

Ser vírgenes es agotador…

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