Algunas de las pinzas que sostienen nuestros recuerdos nunca caen, ni se diluyen. Están cosidas con la fuerza de la frescura de la sensación que las justificó, además no pueden ser reemplazadas por ninguna otra. No sé si tienen mucha utilidad aunque rellenan tu cabeza y tu corazón de trastos perennes, para que siempre tenga uno con qué entretenerse, supongo. Muchas son cuasielectrónicas como esta. Ya sé porqué adoro el casio.
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