Miles de casas esperan ser habitadas,
anhelan el movimiento del aire flotando alrededor de tu falda, mientras caminas.
Van los segundos, tic, tac.
Las horas lentas se cuelan por las rendijas de las ventanas para no hacer nada.
Más segundo, tic, tac.
Mientras, los sueños habitan dormidos, cosidos, encerrados, entre estos ladrillos olvidados.
Y abren sus bocas deseosos por atrapar una imaginaria brizna de la brisa de tu falda.
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