domingo, 29 de marzo de 2009

SPEED Y FE. CAPÍTULO 3.Por Sata Otsedom

LA TELENOVELA------------------------------
Salir del entorno gay es salirse de la telenovela- Le contaba Brad a Sara, mientras perseguía con la mirada el movimiento del culo de un moreno, que caminaba sinuosamente, en sentido contrario, por la acera de en frente.
La de uno mismo comienza, no se sabe muy bien cuándo, pero, cuando quieres darte cuenta, llevas más capítulos que Cristal y tienes tantos fans y aficionados que, para no defraudar, sales todos los fines de semana por la noche en búsqueda de un intensísimo nuevo capítulo que fortalezca tu ya enriquecida fama.
Brad: había abolido de su vida la telenovela. O, al menos, eso aseguraba. Haciendo uso de un castellano a la inglesa que hacía hincapié en los finales de las palabras, dotándolas de mayor significación y fuerza.
Las bolsas de sus ojos atestiguaban una salida del cine en capítulos un poco traumática. Bordada por la depresión y el insomnio. Sus ojos azules aparecían coronados por una hinchazón importante, que se había incrementado bastante en los dos últimos años, desde que llegó, para quedarse, en Sevilla.



Al principio podías verlo bailando a grandes zancajadas en el Itaca. Tenía un baile algo desproporcionado. Movía los brazos a bandazos, como un molino de viento que con intensidad desease romper los lazos que le unen a la tierra para saltar hasta el cielo.
Pero tras un año y medio de marchas desmesuradas, su bolsillo y su hígado hacían aguas. Y claro, más vale una salida a tiempo de este mundo desproporcionado, en el que todos y todas continúan tus parodias para ver cómo caes y vuelves a alzar el vuelo y vuelves a caer para relanzarte. Hasta que todo se ha agotado, tus fuerzas, tu mundo interior, tu bolsillo y tu contrato cinematográfico con esos amigos que te llamaban a diario y ahora ya no contestan a ninguno de los mensajes insistentes de los que es capaz de generar tu móvil.
Las gotas de agua fría condensada goteaban mojándole la mano a Sara, que sostenía el vaso lleno de cerveza. Su estómago entró en caja. Dos días de abstención eran demasiado y, ahora, hablar con la cervecita en la mano, envuelta en el discurso semi-inglés de Brad, era todo un placer. Su último capítulo, no había estado mal. Pero asentía con la cabeza, para no contrariar a su recién encontrado amigo, alejado de las noches de drogas y del Itaca; del mundo rosa y chispeante de los fines de semana, de los fines del corazón, del dolor, del amor.

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