jueves, 23 de abril de 2009

SPEED Y FE por Sara Otsedom. Capítulo 4. La Sensibilidad y su reflejo


La música se une a tu corazón y sigues su pulso. Estás en un espacio de dimensiones desconocidas, oscuro. Tus referencias son los codos, los brazos iluminados por una luz difusa azulada.
La estrofa se multiplica, suben y suben tus sentimientos y explotas en una rabia de musicalidad que te hace saltar enérgicamente. Sientes las notas desde los pies a la cabeza y deseas amar por todos tus poros. Entonces alguien, con sus dedos, suavemente deposita otro trozo de pastilla en tu boca. Necesitas beber algo de líquido, la cerveza está en el suelo en la esquinita en la que la dejaste. Al momento, eres más musical que antes, sudas y sientes toda la belleza de la emoción en tus sentidos, en tu cuerpo, tu mente no piensa, solo siente. Y aparece un larguirucho que baila ante ti: justo como te gusta. Mueve sus caderas y sus hombros al ritmo adecuado. Sabe pegarse. Te rozas y salta la espuma de la suavidad. Es dulce, tan acariciador. Has encontrado lo que deseabas. Le preguntas su nombre: es Juanma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola Kilométrica! Gracias por pasarte por mi blog. Me gusta mucho este artículo, ¿es tuyo? Describe perfectamente lo que las criaturas de la noche como tú y como yo sentimos cada vez que entramos en la discoteca, que es nuestra casa, y cómo todo se va desarrollando al filo de la conciencia.
Salud y libertinaje

Anónimo dijo...

Las entradas son mías, esta concretamente es de Speed y Fe, novela en capítulos de Sara Otsedom, a la que tanto tú como yo conocemos.Un beso de Sara. Kilo