Y frente a ellos los raros.
Miran cada grupo hacia un lado, sin cruzar sus miradas pero deseándose.
Los raros respiran despacio, como si nada interrumpiese el suave fluir del aire dentro, fuera de sus pulmones.
Los extraños sienten sus estómagos, vacíos del mismo aire que ha besado la sangre de los raros.
Y todo mezclado, corrompe la tibia tarde, repleta de promesas desconocidas y exóticas.
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