Cierro los ojos.
He bebido el licor del valor…espero un, dos, tres: su calor.
Salimos corriendo de la mano hacia el vacío más cercano
para sentir la respiración, el pulso pletórico del riesgo.
He dejado de ver este mundo y una luz intensa cuece ahora en mi barriga, despierta.
No tengo miedo a las palabras, ni a tu cálida mano, ni a tu mirada cómplice.
Vomito el licor del valor…porque éste, realmente, no existe, es solo agua sin nombre.
Y permanecen la ignorancia, la ceguera, éstas son las que realmente empujan mis pies.
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