sábado, 14 de mayo de 2011

El faro de la luz



Cuando uno sube a lo alto de su faro sufre, en un primer momento, una intensa taquicardia. Su pensamiento, debido al incremento de oxígeno generado por el aumento del volumen sanguíneo y el intercambio de gases: se hace más ágil, rápido y por consiguiente rico.
Esto quiere decir que uno en su faro es mucho más creativo de lo que es normalmente. Las neuronas funcionan mucho mejor, están llenas de intercambios eléctricos, iónicos e interestelares. La mente es como el espacio, saturada de estructuras. Visualizamos ante nosotros múltiples corpúsculos, que parecen contener misterios admirables e insondables, pero difícilmente podemos acceder a ellos.
Desde mi faro, con las neuronas a mil veo todo con más claridad. Mi mundo aparece bajo mis pies, puedo ver los caminos, las zanjas nuevas que un obrero que acaba de recuperar el empleo ha cavado, la puerta abierta de mi vecino desde la que curiosea, como yo, y los pájaros locos, que vuelan porque sí por encima del tejado de mi casa, porque mi faro, en realidad, no es más que mi casa.

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