La calle vive ahí abajo.
Los coches, ruidos,
el aire, los pájaros.
Las voces, eternas paseantes bajo mi ventana.
A mis oídos llegan trozos de vidas, pétalos de decisiones, gritos, fiestas en mitad de un trago que camina, susurros no convertidos en silencio, palabras y palabras.
La avanzadilla vital no cesa, el empuje del instante indeterminado, siempre potencia extrema hacia lo que será.
Por eso siempre quiero salir, moverme hacia lo venidero, lo fresco, lo nuevo y futurible, el nacimiento constante.
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