martes, 29 de septiembre de 2009

Extraña con raices. DOS


Había una vez un hormiguero grande.
Fuera, una lagartija rompía las horas correteando de una rama en otra, de una investigación pormenorizada en otra, de una brisilla en otra y de toda distracción, por breve que ésta fuese, en otra.
Observando el movimiento de unos minúsculos granos de arena, mientras caían en lo que era el hueco creado por la salida de una hormiga del hormiguero, escuchó:
Ven, date una vueltecita plan tour por el hormiguero: es lo mássssss.
Seducida por la sorpresa, de golpe, estaba sumergida cinco plantas bajo el suelo a la que había llegado dando vueltas en perpendicular continuamente inclinada.
El oxígeno comenzó a faltarle, se dió cuenta de que tenía sed, pero alrededor todo era tierra. Igual que aparecer a las cinco de la tarde en pleno terraplén de las minas de riotinto, kcaló¡¡¡¡.
Gritó tímidamente: hormiga. Nada. Subió el tonito: hormiga. Nada. Tres horas después vociferaba como una pescadera a las 10 de la mañana de pleno mercado.
Su cola, de golpe, dejó de moverse. Una mano grande sostenía su cuerpo y ¡zas! ¡NO PODÍA SOPORTARLO! Miró su culo. Ahora era una lagartija sin rabo.

No hay comentarios: