jueves, 11 de febrero de 2010

Al fin, unas buenas gafas de sol

Al cruzar la esquina el día llegó vomitado.


Toda la luz a la que no había tenido acceso caló sus espacios intersticiales.
La pena negra, esa con la que había cargado durante meses:
la agotadora, constante, pesada, revuelta, araña de mil patas, mentirosa chupaalmas,
se derritió ipso facto como un flan en mi calle, al sol de las tres de la tarde en pleno mes de agosto.

Ahhhhhhh……

El descanso de Atila después de una agotadora batalla,
claro que ésta había sido especialmente dura, la mantenida contra uno mismo, desde que te levantas hasta que te acuestas, con la cruz a la que maldices aplastando tus ideas una y otra vez, hora tras hora.

Entonces, cayó en la cuenta de que tan solo necesitaba un elemento material: unas gafas de sol.
Al fin, se había autoperdonado.

Le había costado…..pero ahora era libre.

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