Aquellos que tienen la necesidad de decir desde el poder, algo. No sé, en qué piensan cuándo se levantan. Posan su pie sobre el suelo, su mente le trae el recuerdo del beso débil del amigo que vio ayer, en la última reunión de trabajo, y que casi no reconoció... tanto tiempo había pasado.
No sé si es entonces, cuando llegan a su mente las preocupaciones propias de quien debe defender con una muralla móvil su posición y recuerda la estrategia de ayer, paso a paso, o sencillamente desea darse una ducha y aplicarse crema en los pies, cada día más ásperos.
Después de tomarse un café bien cargado se mira las uñas, una de ellas ha perdido el esmalte y no tendrá tiempo de arreglarla hasta dentro de otros tres días. El tiempo para uno mismo es reducido, de dimensiones mínimas. O…., al contrario, todo se ha convertido en uno mismo. Los tentáculos se extienden fuera de la casa, pasan por debajo de la cama, desbordan los límites arquitectónicos de su calle, abordan la ciudad, las mentes, la vida que se desarrolla en una cocina ajena, los telediarios, el devenir de las horas, los deseos y los pensamientos de muchos.
La cartera está repleta de papeles. No de dinero. Ese lo tendrán otros, la puerta de la casa se abre, la vida continúa y con ella la jugada permanente...
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