El destierro como precio por tu determinación.
Te miras la barriga y sigue ahí, pero algo falta...
Me rasco la nariz, oteo el horizonte y nada parece haber cambiado, aunque ahora no llevo uno de mis zapatos.
Caminas como si tal cosa haciendo caso omiso del dolor de las piedras clavadas a tu piel y que no se despegan de la planta de tu pie desnudo.
Te atas al destierro, porque allí está tu nombre.
Y aquí sí puedes caminar, aunque te duela, porque éste es tu verdadero camino.
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