No pararon de moverse las espigas y la hierba que nos rodeaban en el campo, durante toda la tarde.
El sol calentaba nuestra piel. Mojé mi cara con agua y la brisa me refrescó con sus caricias.
Pasamos las horas mirando el cielo, durmiendo, dibujando papeles y papeles sin nombre. Los pájaros hicieron un corro en el cielo, observaban nuestra descanso, sin miedo, sin tiempo, al mismo paso que el breve movimiento de sus alas.
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