Voy a ti,
o mejor: a todos vosotros.
Con los ojos y la boca bien abiertos.
He dilatado todos los poros, todos de los que dispongo, para recibir vuestros susurros.
Todas las palabras que con gracia acunáis, vertiéndolas en mis oídos.
Se me gastaba la piel y yo, seguía en la puerta de vuestras casas.
Subía los escalones repetidos, para nunca llegar a esa deliciosa cama.
Y como cada día,
persigo, espero la dulce voz de mis amigos, de todos vosotros, los que hacéis de mi alma, un espejo.
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