No tienes por qué sentir nada.
Puedes levantarte mañana, tomar tu medio litro de café y andar por la calle hacia el trabajo, como si nada sucediese en tu interior.
Puedes apilar las quejas, el dolor, las dudas, los pensamientos revueltos repetidos una y otra vez, para que tu rostro parezca tranquilo, como si hubieses acabado de comer un gran plato de paella al aire libre, en un domingo soleado.
No tienes que escupir ningún maldito sentimiento,
Todos los tenemos pero, por alguna misteriosa razón, nos esforzamos en taparlos con todos los trastos que podemos. Maquillaje, risas, conversaciones banales o pensamientos robados de la boca ajena.
No tienes por qué sentir nada, sencillamente da igual, todos sentimos lo mismo, aunque de forma absurda y misteriosa, nos esforzamos en hacer sentir al otro, que sencillamente no sentimos nada.
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