miércoles, 2 de diciembre de 2009

SPEED Y FE POR SARA OTSEDOM. Capítulo X: Gris y brillante


FOTOGRAFÍA: Noviembre de BENDIK

Ahora el círculo está más completo.
Sara sale del autobús decidida.
Miguel la espera. Toda una cita por delante.
Llega a la puerta del Ayuntamiento.
Él le sonríe. Le ha preparado una performans: plástica, viva, plástico.
Ha decorado el naranjo con su nombre, dice Hola Sara. Ha colocado prismas de cristal de colores en los rincones del árbol. Hay hasta una arañita de plástico en una de las ramas. Y como colofón un porro de hachís pegado con tesafilm. Llueve a cántaros. Sara es feliz. Su dicha le llena la barriga, roza su pelvis y está caliente. Lo adora. Follaría allí mismo con él. Con todo su amor, toda su idiotez por sentirse única en este espacio-ciudad de multiplicidades personales repetidas.

Se cogen de la mano, pasean dando saltitos sobre los charcos. Todo es brillante y gris. Un manto brillante y húmedo está en todo. Sus caras están frías. Sara lo besa en el cuello y siente su calorcito, lo cree más humano.

Han pasado 8 horas desde la performance.
Ahora Sara está tirada en el sofá. Él se ha marchado. No han podido follar. Hicieron otra cosa. Él le habló de su libertad. De un mundo a su medida, con perlas en los árboles, música elaborada por él en su mesa de mezclas para ella. Un mundo rosa bajo un manto gris brillante. La carne se quedó a un lado: piel sin pasión.
Ahora está sola. Se come un huevo frito con salchichas y mayonesa.
El mundo sigue siendo gris brillante.
Del árbol de ayuntamiento se cae un brillante y una de las letras. Pasa un perdido, en una ciudad para iluminados.
Sara apaga la luz y se va a dormir, con un alma aún más gris y menos brillante.

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