miércoles, 15 de septiembre de 2010

AMPUTACIONES REBELDES 2

Cuando me quedé sin cabeza, no me dolió.
¡De veras!
Sólo sentí una breve sensación de vacío, pero nada más.
Aquella mañana fui al trabajo, como todos los días. Saludé al guardia de seguridad, tecleé el ordenador sin cesar y comí media tostada con jamón.
Todo parecía igual.
Entonces ¡a qué venía tanto escándalo, tanto temor por perderla!
Pero…los días fueron pasando y un extraño olor comenzó a impregnarlo todo. Era el olor del azufre, de la muerte viva. Lo conocía porque era idéntico al que había respirado al lado del cementerio de mi pueblo, rodeado, embutido en mineral de color rojo sangre, amarillo tierra, caliza y polvo.
La ciudad era ahora de azufre. El cielo, embotado con nubes pequeñas y grises, amenazaba con caerse sobre mí.
Mis piernas se volvieron pesadas. Llegué casi arrastrándome hasta la puerta de mi casa. No podía respirar aquello y ¿si no tenía cabeza por dónde inspiraba aire? Miré sin ojos la parte inferior de mi cuerpo y ¡tenía un gran agujero en mitad de la barriga¡.
Me fijé en él sudando. Su interior era húmedo y móvil, como una gran boca aterradora que amenazaba con zamparse todo mi mundo y …me desmayé.
Al despertar estaba en un hospital, algo de saliva tipo babilla caía por un lateral de mi boca. Levanté mi mano para limpiarme y ¡me habían amputado el brazo!.........

4 comentarios:

apretao dijo...

Si no tengo... ¿Puedo perder la cabeza?

Kilometrica dijo...

Me temo que sí.A mí me pasa continuamente, la pierdo, la pierdo y la vuelvo a perder...

Emilio Calleja dijo...

Asi no duele

Kilometrica dijo...

Bendik no me has contado na de NY y subo al cielo el lunes¡¡¡¡¡¡¡
Ah y ya he dicho que doler doler no dolía, pero olía fatal, que es algo también insoportable.