Después de mirarte al espejo decidiste que se lo contarías todo.
Por la tarde tu yoismo se hizo grande, ya no había nada que perder. Tu yo inundaba la conversación, tus deseos volaban entre las palabras que rodeaban tus oidos y los de ella al calorcito de la estufa. Tu yo crecía con su escucha, la reflexión de sus ojos, la copa de vino servida con un rioja que te resultó riquísimo.
El protestantismo seguía su curso, la balanza económica no remontaba pero si el deseo de mejora. Tus deseos de yo crecido, el autoperdón, el yoismo vomitado que lo impregna todo sin necesidad de arrepentimiento.
2 comentarios:
Creo que era V. Frankl el que describía el estado ideal como aquel en que eres como tu ojo, como su córnea. Tu función es no verte para poder ver todo lo que hay detrás. Las veces que se consigue es placentero, pero a menudo hay manchas y dioptrías que lo impiden. O quizá sea al revés, sólo cuando no hay nubes que ensucien tu córnea, eres capaz de ver todo lo (bueno) que te rodea.
En cualquier caso, hay que intentarlo. Y creo que me has contagiado tu misticismo.
no está mal k te impregnes. Hoy nos ocurre, y me incluyo, que no vemos más allá, no sé si por las nubes, por pereza o por k el yoismo es una enfermedad terrible. Cuando te miro a los ojos intento ver más allá, kizás por ser demasiado grandes me pierdo...y vuelvo a mi aburrido yoismo, oju¡¡k lio.k
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