IMAGEN versus IDENTIDAD: historia de un casamiento imperfecto

Sesudos pensadores del mundo de la comunicación empresarial e institucional han gastado más de una siesta en pensar cómo alcanzar el casamiento perfecto, entre lo que es la imagen, aquello que proyectamos, lo que otros ven de nosotros y la identidad, aquello que somos o que hipotéticamente, en la váter mientras leo el periódico, creo ser o me gustaría ser.
En el mundo de la política parece ser que los ideólogos en comunicación hicieron “mocha” ese día, vaya que se jartaron de porros y cerveza en el bar de en frente del máster.
Dicen ser una cosa, se acongojan frente a las cámaras, hablan largo y tendido sobre un tejido moral, que la mayoría de las veces nos suena chino, y las otras a: ¡a mí me lo vas contar, ¡perra! con la que llevo yo encima!
En fin, como se preocupan más de lo que piensa el otro partido, que en la imagen que realmente tenemos los que votamos, han conseguido generar un espacio de nadie, hipotético, lleno de letras que se copian unos a otros, con otra musiquita de fondo que impregna todos los medios de comunicación pero que, en realidad, se trata de humo, de un discurso vacío, nada cercano a la realidad que tenemos en el día a día, todo aderezado de brotes constantes de corrupción, más corrupción, mentiras arriesgadas, más corrupción y promesas que no cree nadie.
En respuesta a los que me preguntan que qué aconsejo votar les digo: a mí no me aconseja nadie esas cosas, las pienso yo solita. Así que nada, a pensar cada uno, si tiene criterio propio. Que piense en cómo le trataba el partido popular, en qué hace el psoe y en qué proyecto posible le metería IU.
Bien pues a pesar de toda esta disertación barata me manifiesto: sé que no voy a votar a los que roban en mi ayuntamiento y que sí voy a votar por los que defienden mis derechos como mujer y la de mis amigos, todos maricones, para hablar en plata y la derecha que se hunda. Esto es todo. A ver a qué horita me levanto el día de las elecciones, que esa es otra.

Imagen: arte en la calle junto al Jardín del Valle, casi me muero del susto.